7 AM. Hora de levantarse.
Eso si uno se hubiera ido a dormir la noche anterior.
Últimos retoquecitos de la entrega. Se mira el celular de reojo: 7:50. Mierda. Se hurga un plan estratégico para economizar los minutos, descartando actividades secundarias y priorizando el mínimo aseo personal, que también se termina descartando por falta de tiempo.
Se atraviesa con cara de desgracia las calles que conducen hasta la parada del colectivo para reunirse con una fila de personas con la misma expresión de urgencia que uno e incluso un par que ya andan por la fase de la desesperanza.
Se comienza a experimentar una perspectiva miserable de la vida en general y se inicia un proceso de desmoralización aguda.
Una vez que se entra a presión en el colectivo, el destino queda en manos del señor chofer. Lo único que resta es esperar…
Lo más probable es que durante el trayecto del viaje se establezca una relación maternal entre uno y su entrega, dónde la cercanía de extraños al fruto de nuestro desvelo es una verdadera amenaza.
No es raro tampoco el paso de reflexiones profundas por nuestra mente: planteos existenciales, recuerdos de la infancia, etc. Los análisis financieros también son frecuentes, aunque no lo parezca. Se mira el boleto del viaje: $1.25… Ida y vuelta son $2.50. 5 días a la semana: $12.50, el mes tiene mínimo 4 semanas: $50… Y eso si no se necesita hacer combinación!!
Se llega a la FADU.
Directo a las librerías a comprar lo que falta: carpeta A3, pegamento, lo que sea. Reaparece la cuestión financiera y uno comienza a percibir que aflora un costado gremial en su propia personalidad: si una librería tiene los materiales a un precio hasta 30% más barato que la de al lado, hablando en términos de la misma calidad y cantidad, y considerando que la primera tiene sin duda su margen de ganancia, la otra es básicamente una estafa!! En una universidad pública, donde en muchísimos casos es un enorme sacrificio para los estudiantes el acceso a sus estudios, es un crimen que no se garantice el mínimo costo de los materiales, al menos el de los más básicos!!
Pero como en el momento no queda otra, se espera el turno, se paga el sobreprecio y se sale.
Al estrés sufrido se le suma taquicardia de subir las escaleras a una velocidad no recomendada. Suerte que el corazón todavía es joven y aguanta.
Se llega por fin al aula, se entrega lo que se tiene que entregar, y mientras todos los órganos de nuestro cuerpo afectados durante las últimas horas comienzan a recuperar lentamente su ritmo habitual, uno empieza a darse cuenta de que tiene frío, sueño, hambre y ganas de ir al baño, entre otras cosas.
Entre entrega y clase siguiente te acercas a algún barcito para comer algo y otra vez la cuestión financiera. Y otra vez la escena de la librería. Y la misma resolución, porque al fin y al cabo comer es una necesidad básica, y en el momento no hay mucho que se pueda hacer.
Entonces, se termina de cursar y a otra cosa mariposa.
A veces, aunque no es lo más frecuente, lo de la crisis reflexiva vuelve a atacar (generalmente es cuando arranca el colectivo y mientras el paisaje de la FADU comienza a empequeñecerse, fruto de la distancia). Cuestiones relacionadas con causas y responsables de todo lo anterior son los planteos más habituales.
Eso si uno se hubiera ido a dormir la noche anterior.
Últimos retoquecitos de la entrega. Se mira el celular de reojo: 7:50. Mierda. Se hurga un plan estratégico para economizar los minutos, descartando actividades secundarias y priorizando el mínimo aseo personal, que también se termina descartando por falta de tiempo.
Se atraviesa con cara de desgracia las calles que conducen hasta la parada del colectivo para reunirse con una fila de personas con la misma expresión de urgencia que uno e incluso un par que ya andan por la fase de la desesperanza.
Se comienza a experimentar una perspectiva miserable de la vida en general y se inicia un proceso de desmoralización aguda.
Una vez que se entra a presión en el colectivo, el destino queda en manos del señor chofer. Lo único que resta es esperar…
Lo más probable es que durante el trayecto del viaje se establezca una relación maternal entre uno y su entrega, dónde la cercanía de extraños al fruto de nuestro desvelo es una verdadera amenaza.
No es raro tampoco el paso de reflexiones profundas por nuestra mente: planteos existenciales, recuerdos de la infancia, etc. Los análisis financieros también son frecuentes, aunque no lo parezca. Se mira el boleto del viaje: $1.25… Ida y vuelta son $2.50. 5 días a la semana: $12.50, el mes tiene mínimo 4 semanas: $50… Y eso si no se necesita hacer combinación!!
Se llega a la FADU.
Directo a las librerías a comprar lo que falta: carpeta A3, pegamento, lo que sea. Reaparece la cuestión financiera y uno comienza a percibir que aflora un costado gremial en su propia personalidad: si una librería tiene los materiales a un precio hasta 30% más barato que la de al lado, hablando en términos de la misma calidad y cantidad, y considerando que la primera tiene sin duda su margen de ganancia, la otra es básicamente una estafa!! En una universidad pública, donde en muchísimos casos es un enorme sacrificio para los estudiantes el acceso a sus estudios, es un crimen que no se garantice el mínimo costo de los materiales, al menos el de los más básicos!!
Pero como en el momento no queda otra, se espera el turno, se paga el sobreprecio y se sale.
Al estrés sufrido se le suma taquicardia de subir las escaleras a una velocidad no recomendada. Suerte que el corazón todavía es joven y aguanta.
Se llega por fin al aula, se entrega lo que se tiene que entregar, y mientras todos los órganos de nuestro cuerpo afectados durante las últimas horas comienzan a recuperar lentamente su ritmo habitual, uno empieza a darse cuenta de que tiene frío, sueño, hambre y ganas de ir al baño, entre otras cosas.
Entre entrega y clase siguiente te acercas a algún barcito para comer algo y otra vez la cuestión financiera. Y otra vez la escena de la librería. Y la misma resolución, porque al fin y al cabo comer es una necesidad básica, y en el momento no hay mucho que se pueda hacer.
Entonces, se termina de cursar y a otra cosa mariposa.
A veces, aunque no es lo más frecuente, lo de la crisis reflexiva vuelve a atacar (generalmente es cuando arranca el colectivo y mientras el paisaje de la FADU comienza a empequeñecerse, fruto de la distancia). Cuestiones relacionadas con causas y responsables de todo lo anterior son los planteos más habituales.
PD: Gracias Sil.
5 comentarios:
te falto poner la enorme cola de impresion terminas entregando tipo 10. y que a la gente de la facultad se le canta poner todas las catedras de diseño de las diferentes carreras lso mismos dias. y se da la loca casualidad que todos tienen entrega el mismo dia.
Tambien te faltó la crisis pre entrega, esa que te agarra a las 6 de la mañana cuando querés prender fuego todo y te preguntás quién carajo te mando a estaudiar eso?! y luego de constatar que fue elección propia, quedan dos opciones: un arranque suicida o te planteas severamente irte a la cama, mandar la fadu al carajo y que mañana vas a estar mejor =)
Muy bien con la fotografia de un dia de entrega....
El blog es interesante y las propuestas tambien, por lo menos no habla las mismas estupideces que el resto.
Es importante cuestionar cosas elementales a un sistema educativo, sin embargo creo que todavia hay intereses muy profundos que habra que desterrar si se quiere pensar en educar.
Hoy, y desde hace tiempo, la FADU es un shopping donde cuatro vivos se llenan de guita y miles de giles pasean mirandose y preguntandose que carajo hacen alli.
Suerte
ta bueno...mejor q el chancho camilo que el unico cambio q le entra es reversa.
reversa te entra a vos pancho! en el cerebro!
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