3.10.09

La política es mala palabra

Ésta, como muchas otras tantas frases similares, es para nosotros, estudiantes universitarios, una de las más trascendentes "verdades" populares argentinas que hemos incorporado desde nuestra infancia. Será, quizás, porque fueron nuestros padres quienes tuvieron la "suerte" de atravesar, desde hace alrededor de cuarenta años, una época en la Argentina signada por violaciones constantes a ese pequeño librito muchas veces olvidado y con el que seguro nos hemos cruzado alguna vez en la vida: la Constitución de la Nación Argentina. No es siquiera necesario, para confirmarlo, ahondar profundamente en sus principios; tan sólo con leer su corto preámbulo alcanzamos a revelar la realidad en los supuestos. De lo contrario, sería más que satisfactorio encontrar un momento en la historia de nuestro país en el que, "con el objeto de la unión nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino", las políticas gubernamentales hayan logrado su cometido.
Cabría preguntarnos ¿cómo puede ser que el elemento más importante, de mayor valor ético y moral para nuestra sociedad, sea menospreciado e incluso invocado en vano de tal manera? ¿Acaso nuestros presidentes electos a través del voto democrático, no juraron siempre, antes de asumir su cargo, respetar y hacer valer todo cuanto se encontrase dispuesto por nuestra Constitución? Hay algo que está fallando. Hay, en algún rincón de esta inmensa maquinaria que es el Estado, alguna tuerca floja, alguna pieza que falta. Pero, ¿dónde? ¿dónde se encuentra escondida?
Se dice que "la política es la actividad humana tendiente a gobernar o dirigir la acción de un Estado en beneficio de la sociedad, el proceso orientado ideológicamente hacia la toma de decisiones para la consecución de los objetivos de un grupo", que "la política debe ser vista como una de las actividades más nobles del ser humano ya que implica una labor de servicio hacia los demás, viendo a éstos como la generalidad o pueblo". Partiendo de estas premisas sería imposible considerar la política como una mala palabra. Es más, sería completamente lógico afirmar que la política no nació como tal, sino que se convirtió, debido a su mala praxis, en una de ellas. O peor aún, que ésta nunca ha sido llevada a la práctica como debiera serlo, creando un concepto completamente opuesto a su significado, generando una vorágine de desprecio en la sociedad por el sólo hecho de realizar su mención. ¿Cómo es que hemos llegado a este extremo irracional?
Es, probablemente, momento de incursionar en lo más profundo de nosotros mismos, allí en lo más hondo de nuestros conocimientos y de las verdades que guían nuestra vida, acerca de cuánto sabemos del lugar en el que vivimos, de su territorio, de su historia, de sus habitantes. Seguramente nos remontemos al nivel primario o secundario, e intentemos hacer memoria de cuanto nos fue dado a conocer en esos momentos. ¿Cuánto de aquello nos ha quedado? Y si además intentamos recordar lo aprendido acerca de las normas y los derechos, de todo aquello que nos brinda nuestra Constitución y nuestro Sistema Jurídico, ¿hemos realmente incorporado lo que nos han intentado transmitir desde pequeños? ¿hemos, alguna vez en nuestra vida, hecho un análisis de lo que aquellos significaba para nosotros? Es cuestión de hacier un recorrido personal, para admitir que han sido muchas las veces en que con el fin de quitarme un obstáculo de encima (léase, por ejemplo, aprobar una materia), he pasado por alto todo aquello que implicara un mayor compromiso con lo que estaba haciendo, con lo que estaba incorporando y que debía de servirme de herramienta para desenvolverme como ciudadana en un futuro. ¿No es allí, en aquella brecha nebulosa entre cada uno de nosotros y los elementos que nos constituyen como Estado, como Patria y como República, donde se halla esa tuerca floja, esa pieza que falta?
Quizás sea hora de regresar a las teorías, a los conceptos, a los significantes y significados, para descubrir exactamente dónde hemos estado equivocándonos. Quizás sea momento de recordar lo que implicaba, por ejemplo, una República para Aristóteles, aquella organización de gobierno donde "la división de poderes y su control recíproco, la participación política activa por parte de los ciudadanos, la representación de todas las clases sociales dentro de las instituciones de gobierno, con iguales atribuciones y prevalencia de ninguna", constituían pilares inquebrantables. De esta manera, nosotros, ciudadanos de la República Argentina, ¿no deberíamos hacer valer tales pilares? ¿no deberíamos, con el sueño, la necesidad, el ejemplo y el compromiso, exigir el cumplimiento de los objetivos de aquellos constituyentes de 1853, tomando realmente partido como la ley y nuestras capacidades nos lo permiten?
Tenemos, al vivir en democracia, el derecho de elegir a nuestros representantes mediante el voto, pero de la misma forma tenemos el derecho de reclamar cuando lo que debería cumplirse no se cumple. Y éste, no es un derecho como cualquier otro, éste es un derecho que nos permite ser partícipes de la realidad y conductores de nuestro destino. Éste es un derecho cuyo cumplimiento depende total y exclusivamente de nosotros, de nuestra integridad y unión como pueblo, es un fin en sí mismo, donde todo aquello que queremos lograr lo empezamos a lograr haciéndolo, donde la sociedad justa, libre y soberana con la que soñamos la comenzamos a construir incorporando y reflejando en nuestra acción los valores de solidaridad, compañerismo, y respeto mutuo que la constituyen.
Es por eso que consideramos este momento de nuestra vida, como estudiantes universitarios, un momento clave, donde al contar con la posibilidad de convertirnos en profesionales y los recursos y las herramientas para no repetir el pasado y cambiar el presente, tenemos el futuro en nuestras manos.
Gracias Gi

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